EL NO-ALTRE
Reverbera la conciencia en el yo discontinuo que me cruje: la sangre se baña en la nieve como flor del exilio.
Al menos, la certeza del árbol desarraigado en el río menor, merced a la lealtad de las sombras, la lealtad de las aves, la lealtad del verdugo con sus salmos húmedos de cuerda de esparto.
Regurgita el temor en la rotación de los ojos abiertos al caparazón de la duda del agua estancada, a los cajones de humo de trasto viejo.
Los sueños extienden su horizonte en la imposición de manos de los ángeles desahuciados.
Crece mi yo es el otro sin salir del umbral mismo pues estos labios desportillados cultivan la lectura de la soledad como viento no grafiado en los flujos de diciembre.
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